La felicidad no dura para siempre, una perspectiva filosófica

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La felicidad no dura para siempre, una perspectiva filosófica

La felicidad es un bien al cual casi todos aspiran. A lo largo de la historia humana, muchos se han preguntado, ¿cómo puedo ser feliz? Es por ello que muchos pensadores y filósofos han reflexionado sobre esta cuestión, tratando de encontrar una respuesta. Sin embargo, al día de hoy, la pregunta sigue abierta, pese a que incluso diversas escuelas han sido fundadas con este propósito: encontrar la felicidad.

Además de sentir felicidad, la mayoría de las personas aspira a sentir este estado por un periodo perdurable y no solo como algo pasajero.

La felicidad, un estado transitorio

La pregunta sobre qué es la felicidad podría tener una respuesta diferente para cada persona, no obstante, no es un concepto tan subjetivo como se piensa.

Muchos aspiran alcanzar este estado de dicha por medio de las riquezas materiales, logros profesionales, triunfos académicos o por medio del amor. Sin embargo, algunos pensadores consideran que la felicidad se trata de un estado transitorio y efímero. Ello podría explicarse por medio de la noción de adaptación hedónica, una especie de rueda de ardilla en la que hay un movimiento eterno, pero jamás se progresa de verdad.

El término de adaptación hedónica fue definido por primera vez en 1971, en un artículo titulado Hedonic Relativism and Planning the Good Society, publicado por Brickman y Campbell. En dicho escrito se asevera que el ser humano, no importa lo que ocurra en su vida, siempre tiende a regresar a un nivel estable, bien sea de felicidad o infelicidad. Es decir, si alguien obtiene un premio, un aumento de sueldo o consigue el amor de la persona anhelada, la felicidad se irá suavizando con el transcurrir del tiempo, pues, no es un estado perenne.

De acuerdo con el autor Jean-Paul Margot, en su estudio sobre la felicidad, esta no se reduce al bienestar subjetivo de un organismo que se ha adaptado a su medio, sino que es necesario que la persona reflexione para construir una vida de acuerdo a sus valores. En este ejercicio, el ser humano no puede desatender su responsabilidad ante el compromiso por sus acciones. Entonces, ser feliz implica que alguien sea capaz de alcanzar un equilibrio en el que sus contradicciones y conflictos queden superados.

Margot añade que, si alguien desea ser feliz, no debe pasar por alto que la felicidad es el resultado de una conquista primero sobre uno mismo y luego sobre el mundo, teniendo en cuenta no solo las fuerzas naturales, sino también a los demás. En este sentido, la felicidad está relacionada con una apreciación personal, subjetiva, pero que puede variar de acuerdo a la condición social, la edad o el grado de cultura, destaca el autor, por lo que, decir que la felicidad tiene un elemento común no equivale a que cada uno pueda inventar un ideal de felicidad, porque este se construye siguiendo las formas o criterios que aporta la cultura y la sociedad, siendo que la idea de felicidad varíe según la época y tipo de sociedad.

Margot señala a la antropóloga Ruth Benedict, cuando esta autora afirma que en las sociedades prevalecen dos tendencias: una apolínea y otra dionisiaca. En las sociedades apolíneas, la felicidad es concebida como un estado duradero, basado en un equilibrio entre la reunión de varios valores que definen lo bello, lo bueno y lo útil. Hay un apaciguamiento de los conflictos interiores. En cambio, en las sociedades dionisiacas el estado de felicidad al cual aspiran sus miembros es salvaje, con numerosos y diversos placeres que no aspiran a una saciedad completa, sino a una búsqueda infinita.

Por otro lado, la felicidad también está relacionada con el tiempo, ya que requiere de continuidad y estabilidad. El pensar que la felicidad se puede acabar llena de incertidumbre el momento y produce angustia. Esta cualidad de temporal, permite establecer una distinción entre la felicidad y el placer, este último hace referencia a una satisfacción momentánea, aunque igual de limitado y efímero.

Cuando la felicidad no dura…

La interminable rueda de la felicidad hedónica podría sugerir que hay resiliencia o fortaleza implicada. Pues, si se fuese consciente de que los eventos que hoy causan mucho dolor luego dejarán a la persona sintiendo lo mismo que el día anterior, sería más fácil superar momentos llenos de dificultades.

Muchas situaciones novedosas pueden hacer sentir felicidad, tal como probar un postre o recibir un regalo, pero esto tampoco es duradero.

Todo parece indicar que existen otras metas que generan felicidad por más tiempo, tales como construir buenas relaciones con la familia, los amigos o disfrutar de buena salud, pero muchas personas ocupan gran tiempo de su vida persiguiendo metas económicas.

La felicidad también parece estar vinculada con los demás, por ello, puede resultar tan gratificante el ayudar a otras personas o unirse a una comunidad que trabaje por un mismo fin, lo cual puede generar un sentido o propósito en la vida.

Finalmente, Margot señala que la condición humana parece poco favorable para la felicidad, en tanto que el hombre es un ser para la muerte, preso del tiempo que le arrastra hacia la decadencia. Además, el ser humano es limitado, le invade la duda y la insatisfacción, por lo que necesita del otro, que también se escurre.

Empero, se suele considerar que las personas más felices son aquellas que cuentan con relaciones de apoyo. Por lo tanto, aunque el concepto de la felicidad sea sumamente complejo, muchos pueden encontrar satisfacción duradera en la medida que forjan conexiones fuertes con la pareja, los amigos y la familia.

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